Junto a María -en estas vísperas de la Inmaculada Concepción- recibimos esta invitación a la alegría contenida en las palabras del ángel: “¡Alégrate!, llena de gracia…” Lc 1, 28
Invitación a la alegría porque el Padre se ha detenido a mirar a la humanidad amando entrañablemente a esta criatura de carne que somos, y ha decidido no dejarla nunca sola, acompañándola con su vida y amándola hasta el fin.
Invitación a la alegría para la Virgen y para toda la Iglesia que está en germen en sus entrañas de Madre. Al compartir este gozo la Iglesia presiente el estremecimiento y la sorpresa del corazón de la Virgen.
También hoy resuena en las palabras del ángel una especial invitación a la alegría para nuestra Iglesia Particular de San Isidro porque el Señor ha querido detener en ella su mirada para cuidarla de un modo especial, eligiendo a Guillermo como Obispo, Sucesor de los Apóstoles.
Como dice el Prefacio de la misa de los Apóstoles: “Tú nunca abandonas a tu rebaño, Pastor Eterno, sino que lo proteges y conservas siempre por medio de tus santos apóstoles y quieres que sea conducido por aquellos mismos pastores a quienes Tu Hijo confió la misión de continuar su obra”.
Jesús tiene para con su Iglesia una auténtica pastoral del cuidado. Él es un pastor que no abandona, que acompaña, que no huye cuando ve venir al lobo, sino que se compromete hasta el fondo a través de la vida entregada de este hermano nuestro a quien confía la responsabilidad de servir a la Iglesia de un modo singular.
Guillermo ha elegido como lema de su Episcopado “Sentir con la Iglesia”. Es decir, acompañar con su vida, con su mente y con su corazón este misterio inmenso de la Iglesia que, por un lado, respira siempre el aire puro y libre del espíritu y, por el otro, respira la atmósfera pesada y asfixiante del pecado de sus miembros.
Una Iglesia que necesita volver continuamente a su raíz que está en la frescura del Evangelio y en el corazón de esta joven Madre que le dice valientemente “Si” al Señor.
Sólo en una continua conversión personal y pastoral la Iglesia reencuentra el adecuado ritmo de su respiración que la lleva a vivir para evangelizar.
Sentir con la Iglesia, como nos explica el Santo Padre en la Alegría del Evangelio “es desarrollar el gusto espiritual de estar cerca de la vida de la gente, hasta el punto de descubrir que eso es la fuente de una verdadero gozo superior. La misión es una pasión por Jesús pero al mismo tiempo una Pasión por su Pueblo. Él nos quiere tomar como instrumentos para estar más cerca de su pueblo amado, nos tomó del medio del Pueblo y nos envía al pueblo de tal modo que nuestra identidad no se entienda sin esta pertenencia.”
Sentir con la Iglesia es experimentar la Pasión por la vida de Jesús presente en su Iglesia y su seguimiento a través de las Bienaventuranzas y -al mismo tiempo- una invitación a hundirse en el conocimiento del corazón humano con sus grandezas y sus límites, con sus dones y sus miserias. Como decía San Pablo VI hablando al final del Concilio Vaticano II y acerca de las contradicciones del espíritu humano: “El hombre puede llegar a ser frágil y falso, egoísta y feroz, pero al mismo tiempo es sagrado por la inocencia de su infancia, por el misterio de su pobreza y por la piedad de su dolor”
Guillermo: sé muy bien de tu amor a Jesús y a la Iglesia. Sé que compartís el vivo deseo de una renovación eclesial compartiendo el sueño del Papa Francisco de hacer una opción misionera capaz de transformarlo todo (Nº 27 E.G).
Sin embargo, el Episcopado te va a permitir entrar en contacto con las partes más oscuras de la Iglesia. Son realidades que muchas veces te van a golpear y para poder asumirlas y atravesarlas te va a ser imprescindible el amor manso y paciente del Señor Jesús.
Vas a tener que vivir el martirio de la paciencia porque “Sentir con la Iglesia” es intentar acompañar con tu vida el ritmo con que el Espíritu la conduce e ir acomodándote a sus tiempos con infinita confianza en la Providencia, a iniciar procesos que tal vez no vayas a ver terminados. En fin, a adaptar el reloj de tu corazón al tiempo del Espíritu que va realizando su obra en sus propios tiempos.
Las comunidades aquí presentes, tus seres queridos, tus amigos, que han sido testigos de tu crecimiento en la fe, de tu vocación, de tu ministerio en las distintas parroquias, de tu compromiso diocesano, te acompañarán con su oración. En medio de tu pueblo encontrarás siempre la brújula que te confirme en tus decisiones o que te las haga rectificar, ya que para él sos ordenado, para servirlo y acompañarlo.
El anillo episcopal que vas a recibir en esta ordenación te estará recordando siempre tu íntima unión con el Santo Pueblo fiel de Dios, a quien te consagras en este día de un modo pleno.
Los Obispos que participamos de esta celebración -en nombre de todos los pastores- te recibimos con gran alegría en nuestro Colegio Apostólico, invitándote a ahondar en esta nueva comunión con tus hermanos.
San Pablo, antes de pedirle a su discípulo Timoteo que reavive el don que recibió por la imposición de las manos, tiene presente la sinceridad de su fe que tuvieron su abuela y su madre.
Querido Guillermo recurrí siempre a esa fe que tuviste de chico y que te regaló tu familia. Ella sostuvo tu vida y la seguirá sosteniendo y con seguridad te llevara a ser inmensamente feliz en este nuevo ministerio que te da la Iglesia.
Junto a María -en estas vísperas de la Inmaculada Concepción- recibimos esta invitación a la alegría contenida en las palabras del ángel: “¡Alégrate!, llena de gracia…” Lc 1, 28
Invitación a la alegría porque el Padre se ha detenido a mirar a la humanidad amando entrañablemente a esta criatura de carne que somos, y ha decidido no dejarla nunca sola, acompañándola con su vida y amándola hasta el fin.
Invitación a la alegría para la Virgen y para toda la Iglesia que está en germen en sus entrañas de Madre. Al compartir este gozo la Iglesia presiente el estremecimiento y la sorpresa del corazón de la Virgen.
También hoy resuena en las palabras del ángel una especial invitación a la alegría para nuestra Iglesia Particular de San Isidro porque el Señor ha querido detener en ella su mirada para cuidarla de un modo especial, eligiendo a Guillermo como Obispo, Sucesor de los Apóstoles.
Como dice el Prefacio de la misa de los Apóstoles: “Tú nunca abandonas a tu rebaño, Pastor Eterno, sino que lo proteges y conservas siempre por medio de tus santos apóstoles y quieres que sea conducido por aquellos mismos pastores a quienes Tu Hijo confió la misión de continuar su obra”.
Jesús tiene para con su Iglesia una auténtica pastoral del cuidado. Él es un pastor que no abandona, que acompaña, que no huye cuando ve venir al lobo, sino que se compromete hasta el fondo a través de la vida entregada de este hermano nuestro a quien confía la responsabilidad de servir a la Iglesia de un modo singular.
Guillermo ha elegido como lema de su Episcopado “Sentir con la Iglesia”. Es decir, acompañar con su vida, con su mente y con su corazón este misterio inmenso de la Iglesia que, por un lado, respira siempre el aire puro y libre del espíritu y, por el otro, respira la atmósfera pesada y asfixiante del pecado de sus miembros.
Una Iglesia que necesita volver continuamente a su raíz que está en la frescura del Evangelio y en el corazón de esta joven Madre que le dice valientemente “Si” al Señor.
Sólo en una continua conversión personal y pastoral la Iglesia reencuentra el adecuado ritmo de su respiración que la lleva a vivir para evangelizar.
Sentir con la Iglesia, como nos explica el Santo Padre en la Alegría del Evangelio “es desarrollar el gusto espiritual de estar cerca de la vida de la gente, hasta el punto de descubrir que eso es la fuente de una verdadero gozo superior. La misión es una pasión por Jesús pero al mismo tiempo una Pasión por su Pueblo. Él nos quiere tomar como instrumentos para estar más cerca de su pueblo amado, nos tomó del medio del Pueblo y nos envía al pueblo de tal modo que nuestra identidad no se entienda sin esta pertenencia.”
Sentir con la Iglesia es experimentar la Pasión por la vida de Jesús presente en su Iglesia y su seguimiento a través de las Bienaventuranzas y -al mismo tiempo- una invitación a hundirse en el conocimiento del corazón humano con sus grandezas y sus límites, con sus dones y sus miserias. Como decía San Pablo VI hablando al final del Concilio Vaticano II y acerca de las contradicciones del espíritu humano: “El hombre puede llegar a ser frágil y falso, egoísta y feroz, pero al mismo tiempo es sagrado por la inocencia de su infancia, por el misterio de su pobreza y por la piedad de su dolor”
Guillermo: sé muy bien de tu amor a Jesús y a la Iglesia. Sé que compartís el vivo deseo de una renovación eclesial compartiendo el sueño del Papa Francisco de hacer una opción misionera capaz de transformarlo todo (Nº 27 E.G).
Sin embargo, el Episcopado te va a permitir entrar en contacto con las partes más oscuras de la Iglesia. Son realidades que muchas veces te van a golpear y para poder asumirlas y atravesarlas te va a ser imprescindible el amor manso y paciente del Señor Jesús.
Vas a tener que vivir el martirio de la paciencia porque “Sentir con la Iglesia” es intentar acompañar con tu vida el ritmo con que el Espíritu la conduce e ir acomodándote a sus tiempos con infinita confianza en la Providencia, a iniciar procesos que tal vez no vayas a ver terminados. En fin, a adaptar el reloj de tu corazón al tiempo del Espíritu que va realizando su obra en sus propios tiempos.
Las comunidades aquí presentes, tus seres queridos, tus amigos, que han sido testigos de tu crecimiento en la fe, de tu vocación, de tu ministerio en las distintas parroquias, de tu compromiso diocesano, te acompañarán con su oración. En medio de tu pueblo encontrarás siempre la brújula que te confirme en tus decisiones o que te las haga rectificar, ya que para él sos ordenado, para servirlo y acompañarlo.
El anillo episcopal que vas a recibir en esta ordenación te estará recordando siempre tu íntima unión con el Santo Pueblo fiel de Dios, a quien te consagras en este día de un modo pleno.
Los Obispos que participamos de esta celebración -en nombre de todos los pastores- te recibimos con gran alegría en nuestro Colegio Apostólico, invitándote a ahondar en esta nueva comunión con tus hermanos.
San Pablo, antes de pedirle a su discípulo Timoteo que reavive el don que recibió por la imposición de las manos, tiene presente la sinceridad de su fe que tuvieron su abuela y su madre.
Querido Guillermo recurrí siempre a esa fe que tuviste de chico y que te regaló tu familia. Ella sostuvo tu vida y la seguirá sosteniendo y con seguridad te llevara a ser inmensamente feliz en este nuevo ministerio que te da la Iglesia.
Muchas felicidades.